Este texto lo escribí con idea de publicarlo en una pequeña revista llamada Campo Abierto que la Asociación Grupo Duna (creada por estudiantes de sociología) tenía intención de publicar periódicamente. Como aquella buena idea sólo quedo en un único número, este escrito acabó en el más profundo olvido. Quizá se haya quedado un poco viejo (como casi todos mis escritos), pero aun así he creído interesante incluirlo en la página. Está redactado allá por el año 1996.

 


¿REPARTO DE TRABAJO O SUBSIDIO UNIVERSAL?

 A propósito del libro Metamorfosis del trabajo de Andre Gorz

 

CARLOS GARCIA MANZANO


Una de las previsiones más ampliamente aceptadas en el ámbito político y laboral actual es la imposibilidad, como mínimo a corto y medio plazo, de que el sistema económico pueda proveer del número de puestos de trabajo suficiente para ocupar a la mano de obra actual y futura.  En consecuencia, tanto desde la izquierda como desde la derecha del espectro político se han intentado ofrecer distintas alternativas para paliar en lo posible los graves problemas sociales e individuales que esta situación genera.

La alternativa neoliberal, consistente en desregular el mercado de trabajo y ajustar los salarios (a la baja, fundamentalmente) a las necesidades de crecimiento y productividad de las empresas, no sólo no es capaz de hacer descender significativamente el porcentaje de población desempleada sino que además es generadora de una segmentación social profunda, al crear un sector cada vez más desprotegido, descualificado y marginal que ve aumentar su tamaño progresivamente, situándose claramente al margen de los beneficios originados por la cada vez mayor productividad de las empresas.

Frente a este problema, desde la izquierda se han sugerido diversas alternativas que fundamentalmente giran en torno a dos posiciones básicas: reducir el tiempo de trabajo para que el empleo remunerado existente pueda ser repartido a un mayor número de personas; y promover la creación de un ingreso mínimo garantizado por el Estado a todos los individuos, independiente de su posición social y laboral, que cubra por lo menos sus necesidades básicas fundamentales (subsidio universal garantizado).  Andre Gorz, sociólogo francés de reconocida militancia en la izquierda política, propone un sistema en alguna forma integrador de las dos perspectivas, aunque priorizando la reducción de horas de trabajo y el reparto del mismo como aspecto principal(1).

Para Gorz, las posibilidades que actualmente brinda el sistema productivo -cada vez con mayores aumentos de productividad a la vez que con menor necesidad de mano de obra al sustituir ésta por tecnología avanzada- de liberar tiempo de trabajo que pueda ser dedicado a tareas personales y domésticas (es decir, a tareas no fundadas en la racionalidad económica) supone una oportunidad única para desterrar el trabajo y la ocupación profesional como fuente de identidad personal y recuperar otras actividades mucho más formativas y gratificantes que devuelvan al individuo el protagonismo director de su existencia y sean nuevas y enriquecedoras fuentes de identidad.

Se presenta en la actualidad, pues, la ocasión no sólo de disminuir el carácter alienante del trabajo (lo que de alguna manera vendría a recuperar el sentido original del comunismo marxiano y sus perspectivas liberalizadoras), sino de devolver al individuo la posibilidad de construir su propia identidad al permitirle dedicar una parte cada vez mayor de su tiempo a actividades tanto privadas y domésticas como públicas y sociales enriquecedoras y gratificantes en sí mismas, así como de favorecer una adecuada formación continua que le permita acceder a actividades laborales más autónomas y versátiles.  Para ello, Gorz no se refiere a la reducción del tiempo de trabajo únicamente como una reducción diaria, semanal o mensual; precisamente son las amplias posibilidades de disminución (que podrían incluso referirse a reducciones sobre el total de la vida laboral del trabajador) lo que permitiría a cada individuo elegir desde unas cuantas horas al día que dedicar a tareas de asistencia social o a actividades personales (artísticas, culturales, formativas, etc.) hasta períodos mucho más amplios durante los cuales emprender alguna otra actividad que suponga el abandono temporal de su ocupación laboral predominante.

La reducción de este tiempo de trabajo, para que sea realmente liberadora, no debe suponer nunca la disminución del poder adquisitivo del trabajador.  Sin embargo, es claro que sobre todo en los sectores económicos con bajo nivel de productividad (y, por tanto, necesitados de sustituir la mano de obra liberada por nuevos trabajadores) no podrían seguir manteniéndose los salarios íntegros, ya que ello supondría un aumento significativo e insoportable de los costes de producción.  Y es ahí donde Gorz hace uso del citado ingreso mínimo individual, como compensación de la diferencia surgida entre el valor de las horas realmente trabajadas (y pagadas por la empresa) y el salario que debiera corresponderle por una jornada completa, o incluso como sustitución del salario íntegro durante el período en el que el trabajador pudiera permanecer ajeno a su ocupación laboral habitual.  En todo caso, Gorz estima que siempre sería exigible un mínimo de tiempo de dedicación laboral que fuera, además de creador de un sentido de pertenencia social, generador a su vez del derecho a la percepción de dicho ingreso compensatorio.

Este ingreso mínimo, a cargo del Estado, sería financiada a través de un impuesto sobre el consumo que, aprovechando el cada vez menor coste de los productos (consecuencia del incremento de productividad marginal), pudiera ser utilizado además para regular el sistema de precios, gravando aquellos bienes de consumo suntuosos y diferenciadores, y favoreciendo aquellos otros realmente necesarios y fundamentales, en un intento por aproximar valor de cambio con valor de uso.

Esta puede ser, muy a grosso modo, la posición mantenida por Andre Gorz en su obra Metamorfosis del trabajo en defensa del reparto de trabajo como medio fundamental no sólo de reducir el índice de desempleo, sino de lograr finalmente la superación del carácter alienante del trabajo.  Por el contrario, la instauración de un ingreso mínimo universal como único medio de solución significaría, a juicio de Gorz, la consolidación de una profunda segmentación laboral y social y la condena de un sector importante de la población a permanecer al margen del sistema productivo (que continuaría siendo generador de identidad social e individual) a cambio de un ingreso mínimo de subsistencia, ante la incapacidad de modificar una estructura social que hace de la diferenciación y la exclusión uno de sus elementos definitorios.
 

Lo cierto es que una cierta polémica viene enfrentando a los partidarios del reparto del empleo con los del subsidio universal, la cual tiene su origen en las posibilidades reales de aplicación de ambas alternativas.  La perspectiva de Gorz aquí presentada tiene la virtud no sólo de englobar en alguna medida las dos posiciones, sino de intentar ir más allá de una solución coyuntural al desempleo para aproximar una respuesta que reduzca la centralidad del trabajo en la sociedad actual y devuelva al individuo la opción de lograr un desarrollo humano y personal profundo y enriquecedor.  Sin embargo, como toda teoría tan ampliamente comprensiva, hay ciertos elementos que al menos pueden albergar alguna pequeña duda tanto en su planteamiento teórico como en su aplicación práctica.

Por una parte, al vincular el ingreso mínimo compensatorio con el desarrollo de una actividad socialmente productiva, Gorz atribuye al Estado la responsabilidad de suministrar en cualquier caso un empleo a cada individuo (que sería la condición para acceder al ingreso mínimo garantizado), lo que vendría a reforzar aún más no sólo en papel rector del Estado en nuestras vidas, sino también a incrementar las expectativas que la población alberga acerca de las obligaciones del Estado para solucionar sus problemas individuales (aspecto ya resaltado por Habermas como deslegitimador para el sistema democrático, ya que gran parte de esas expectativas chocan con la incapacidad práctica del Estado para resolverlas, lo que es motivo de frustración y desilusión políticas(2)). A este respecto, la propuesta del también llamado salario social, al desvincular el derecho a la percepción de un ingreso mínimo de cualquier otra condición personal o social, disminuye en alguna medida la responsabilidad del Estado de procurar a cada individuo las condiciones necesarias que posibiliten su acceso al mercado de trabajo y la obligación de proporcionar al sistema económico la estabilidad y prosperidad necesarias para ello.

Por otra parte, a pesar de exponer en la primera parte de su obra el carácter alienante que conlleva el empleo remunerado por cuenta ajena, posteriormente Gorz defiende el desempeño de una ocupación laboral como actividad generadora de pertenencia e integración social para el individuo, por lo que entiende que renunciar al desempeño de un empleo para cada persona es renunciar al derecho individual a sentirse parte integrante y creadora de comunidad social.  A este respecto, Iglesias Fernández, quien defiende el reparto de la renta a través de un ingreso mínimo universal como mecanismo para compensar la situación de paro generalizado, afirma, a mi entender correctamente, que "ni el mercado integra socialmente, ni los procesos de trabajo del capitalismo, rígidamente jerárquicos, eliminan la explotación o la precarización, ni, finalmente, existen los mecanismos adecuados para que los trabajadores tengan la más mínima participación o gestión en todo lo relacionado con el proceso productivo"(3).

A mi modo de ver, sin embargo, es mucho más interesante la posibilidad apuntada por Gorz de reducir la centralidad del trabajo en nuestras vidas, creando otros espacios de existencia donde desarrollar libre y enriquecedoramente la propia personalidad de cada individuo, lo que, inevitablemente, exigiría un cambio profundo en nuestras propias expectativas vitales, y una reconsideración del sistema educativo que, más allá de mero medio conformador de trabajadores disciplinados, dispuestos a la automatización y a la rutinización, sirviera de estimulante para muchas otras alternativas existenciales y vitales.  Igualmente, habría que ser extremadamente cuidadosos con la posibilidad de que esta reducción de tiempo de trabajo favoreciese la práctica del pluriempleo para un sector de población altamente cualificado y acostumbrado a ocupar puestos de responsabilidad y poder, por lo que sería imprescindible establecer las medidas legales pertinentes.

Respecto a la financiación del citado ingreso mínimo, la propuesta de Gorz de establecer un impuesto suplementario sobre el consumo incide, a mi entender, sobre la falta de progresividad característica de los impuestos indirectos, al tiempo que hace recargar dicha financiación sobre los propios trabajadores.  Por ello, la propuesta de Iglesias Fernández, consistente en gravar la sustitución de trabajadores por máquinas mediante un impuesto a las empresas (siempre que dicho gravamen estuviese por debajo del incremento de productividad generado por la introducción de tecnología en las empresas), así como introducir un impuesto mayor sobre los rendimientos del capital financiero no productivo y sobre las grandes fortunas y transmisiones hereditarias(4)tiene un carácter más justo y serviría además como medio de distribución de los beneficios generados por el desarrollo tecnológico y el aumento de productividad.

De cualquier manera, el debate está abierto y únicamente desde la discusión y la voluntad de cambio será posible proponer medidas factibles y realmente progresistas que frenen el actual curso precarizador y segmentador que domina la realidad social y política actual.  En palabras de Gunnar Adler-Karlson, citado por Gorz en su mencionado libro:
 

 "Si no quieren ustedes el modelo de Gorz ni el mío, construyan entonces sus propios modelos.  Pero, por favor, propongan algo nuevo"(5).

 


NOTAS:

1Gorz, Andre, Metamorfosis del trabajo, Editorial Sistema, Madrid, 1.995. (Volver)
2Habermas, Jurgen, Teoría y Praxis. Estudios de filosofía social, Tecnos, 1.987. (Volver)
3Iglesias Fernández, José, "Del reparto de trabajo al reparto de renta", en Mientras tanto, n.º 61, 1.995. (Volver)
4Iglesias Fernández, José, Op. cit. (Volver)
5Gorz, Andre, Op. cit., pág. 269-270. (Volver)

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